jueves, 19 de enero de 2012

ESPACIOS URBANOS ESTIGMATIZADOS

HAOL, 1 (Primavera, 2003), 75-81 ISSN 1696-2060
© 2003
Historia Actual On Line
75
LAS ‘VILLAS DE EMERGENCIA’ COMO ESPACIOS
URBANOS ESTIGMATIZADOS
Mabel Nélida Giménez y María Elena Ginóbili
Universidad Nacional del Sur, Argentina.
E-mails: mgimenez@criba.edu.ar; ginobili @criba.edu.ar
Recibido: 6 Marzo 2003 / Revisado: 10 Abril 2003 / Aceptado: 14 Mayo 2003 / Publicado: 15 Junio 2003
Resumen:
las ciudades de Argentina se desarrollaron de
acuerdo a dos patrones: extensión territorial y
segmentación interna. Los sectores de altos
ingresos se aíslan voluntariamente en zonas
periféricas exclusivas, en barrios
autosuficientes, dotados de costosas viviendas,
servicios, seguridad privada, etc. Los más
carenciados se ubican también en la periferia
pero en áreas de menor valor, conocidas con el
nombre de "villas de emergencia" o "villas
miseria", caracterizadas por un alto grado de
precariedad y deficiente equipamiento social. El
trabajo intenta reflexionar sobre las relaciones
que se establecen entre estos espacios urbanos y
las identidades de sus habitantes.
En la última década, la mayoría de
Palabras clave:
emergencia, crisis socioeconómicas,
urbanización, zonas periféricas, marginación,
asentamientos precarios, pobreza, exclusión
social, red simbólica.
______________________
urante las últimas décadas del siglo XX
Argentina fue escenario de diversas
crisis socio-económicas que se profundizaron en
los 90 como consecuencia de la implementación
de un nuevo modelo de crecimiento basado en el
paradigma neoliberal. El proceso de
privatización de empresas públicas, la
reorganización del Estado, la apertura de la
economía, la reconversión del sector privado,
etc., no sólo afectaron la estructura productiva
sino que ocasionaron traumáticas
transformaciones en el tejido social y un
significativo incremento de la pobreza.
Al grupo de población históricamente pobre se
han sumado otros como consecuencia del
deslizamiento de la clase media, configurando
una complejidad que se agrega a la usual
heterogeneidad de los sectores carentes. La
nueva cartografía social argentina revela una
creciente polarización entre los ganadores y los
perdedores del modelo, imagen que echó por
tierra el poderoso mito integrador del progreso
indefinido, estrechamente asociado a la idea de
una clase media fuerte y culturalmente
homogénea, cuya expansión a lo largo del siglo
XX parecía haber confirmado su adecuación a
los modelos económicos implementados.
El alto grado de urbanización del país hace que
la pobreza se concentre en las ciudades; sin
embargo, los tradicionales mecanismos de
integración social que éstas poseían hasta
mediados de los 70 -enseñanza pública, sistemas
de salud pública, lugares centrales de recreación
y cultura, etc.- se fueron debilitando para dar
lugar a una creciente segregación socio-espacial.
En la última década, la mayoría de los centros
urbanos de tamaño grande y mediano se
desarrollaron de acuerdo a dos patrones
diferentes pero simultáneos: extensión territorial
y segmentación interna.
Los sectores de altos ingresos se aíslan
voluntariamente en zonas periféricas exclusivas,
en barrios autosuficientes, dotados de costosas
viviendas, servicios, seguridad privada, etc.,
mientras que los más carenciados se ubican
también en la periferia pero en áreas de menor
valor inmobiliario, caracterizadas por un alto
grado de precariedad y severas deficiencias en
materia de equipamiento social. En las márgenes
de las ciudades argentinas van multiplicándose
las "villas de emergencia", "villas miseria" o
"asentamientos precarios". El trabajo intenta
Argentina, villas de
D
Las 'villas de emergencia' como espacios urbanos Mabel Nélida Giménez y Maria Elena Ginóbili
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Historia Actual On Line
abordar las relaciones que se establecen entre
tales espacios urbanos y las identidades.
En este contexto, la "villa" constituye no sólo un
enclave de pobreza dentro de la ciudad sino
también un espacio estigmatizado en donde la
trama cultural construye una identidad también
estigmatizada en sus habitantes.
El planteo lo realizamos desde enfoque
multidimensional de la ciudad, considerándola
como una densa red simbólica en permanente
construcción y expansión; la incorporación de la
trama cultural al análisis es una estrategia que
nos permitirá aproximarnos a una mejor
comprensión de la problemática. Nos
apoyaremos en los resultados obtenidos en
diversos trabajos de campo realizados a partir de
1997 en "villas de emergencia" de la ciudad de
Bahía Blanca (Argentina). No es nuestro
objetivo llegar a conclusiones cerradas ni a
recomendaciones de política social, sólo
reflexionar sobre una realidad que está
transformando las ciudades argentinas.
"La villa es un lunar de la ciudad..., el último
refugio de seres marginales e intrusos. La
sabiduría popular le encontró denominaciones
entre pintorescas e irónicas. Tugurios,
cantegriles, villas miseria, callampas, favelas:
múltiples designaciones para nombrar un mismo
fenómeno urbano que comenzó como excepción
y amenaza hacerse regla en las grandes
metrópolis latinoamericanas"
En Argentina estos asentamientos precarios se
conocen como "villas deemergencia" o "villas
miseria"; su desarrollo en el área metropolitana
deBuenos Aires y otros centros urbanos del
interior del país comienza en ladécada del 50,
creciendo su importancia a partir de mediados
de los 60, coincidiendo con el agotamiento de la
primera etapa del modelo económico destitución
de importaciones. La segunda etapa, basada en
industrias capital-intensivo, además de requerir
una cantidad menor de trabajo por unidad de
producto, provocó la desaparición de pequeñas y
medianas empresas que se habían desarrollado
en el pasado, disminuyendo la posibilidad de
acceder a un empleo industrial estable. Los
asalariados de menores ingresos comenzaron a
ocupar zonas alejadas de los centros urbanos, de
difícil acceso y deficiencias de infraestructura.
Si bien no puede identificarse un patrón único,
en general la localización inicial de muchas
villas estuvo relacionada con la posibilidad de
obtener empleo en sus proximidades, abaratando
de este modo los costos de transporte.
Un informe de la comisión Municipal de la
Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires del año
1980 caracteriza a las "villas de emergencia"
como " asentamientos ilegales de familias en
tierras fiscales, y en algunos casos de
particulares, con construcciones que no cumplen
normas mínimas edilicias o de habitabilidad, sin
infraestructura de servicio, ni salubridad e
higiene compatible con la vida urbana,
configurando un alto grado de hacinamiento
poblacional y familiar"..."son familias
provenientes en su mayoría del interior del país
y de países limítrofes, con escasos recursos
económicos y baja calificación de mano de obra,
que se encuentran en estado de marginalidad"
En la actualidad Argentina tiene más pobres que
a comienzo de los años 80, en números
absolutos y como porcentaje de la población
total. Más personas tienen ingresos que están
por debajo de la línea de pobreza y que no
alcanzan a cubrir sus necesidades básicas. La
ausencia o precariedad de los ingresos familiares
ha provocado, entre otras cosas, serios
problemas en materia de vivienda, de
hacinamiento, produciendo un creciente proceso
de exclusión urbana y suburbana, dando lugar a
la aparición de nuevas y numerosas "villas
miseria".
La movilización y la organización de los vecinos
en un "asentamiento" se presentan como una
práctica compleja donde intervienen varias
relaciones sociales. La pobreza y la
vulnerabilidad social motivan que la acción
colectiva sea frente al Estado. Esto es así en la
medida en que muchas de las demandas
dependen de instituciones públicas para su
solución y que en la cultura de los "villeros" se
entiende que al ocupar ilegalmente las tierras
obligan al Estado a garantizarles el derecho a la
integración urbana a través del hábitat.
La apropiación ilegal de tierras constituye el
acto delictivo fundacional, punto de partida de la
construcción de la identidad estigmatizada del
"villero". Esta "ciudad ilegal" en gran medida ha
sido producida y reproducida por el Estado
mismo, que frecuentemente ha alentado esta
solución extraoficial, incluso adjudicando
viviendas precarias como forma marginal de
asistencialismo
1.2.3.
Mabel Nélida Giménez y Maria Elena Ginóbili Las 'villas de emergencia' como espacios urbanos
77
El sentimiento de pertenencia a un grupo
humano -la identidad social- es siempre una
cuestión de contexto dado nuestro carácter
multidimensional, sin embargo, la mayoría de
los individuos elegimos identidades relacionadas
al espacio territorial. El ser social está
profundamente ligado al segmento urbano que le
toca vivir. El lugar de residencia junto al origen
social, el tipo de experiencias y la posición
ocupada en los distintos ámbitos sociales que se
han transitado van forjando formas casi
inconscientes de mirar el mundo y de
representarse en él. Todo esto, según Bourdieu,
va originando disposiciones a percibir, a actuar,
a demandar -o a no demandar- que variarán
según las clases sociales
Pero el espacio en que se habita frecuentemente
se convierte en fuente de las identificaciones de
los otros. Surgen así estereotipos fundados en la
adscripción a un determinado hábitat,
producidos por sectores ajenos al mismo. A
menudo este mecanismo de asignación de
identidades reviste connotaciones peyorativas:
este es el caso de los habitantes de las "villas
miseria", los "villeros"
La "villa" es para los demás un territorio de
nadie, lugar oculto, caótico y peligroso.
Representa un lugar vergonzante, símbolo
permanente y doloroso de la desigualdad social.
De esta manera la ciudad expresa la trama
cultural que la constituye y pone de manifiesto
sus contradicciones: los espacios urbanos emiten
mensajes -a veces con formas de rechazo menos
evidentes- que van organizando sus itinerarios,
delimitando territorios, estableciendo formas
sutiles de exclusión.
El fenómeno de la pobreza, y por lo tanto su
definición, ha sido históricamente cambiante.
Por ejemplo hasta mediados del siglo XIX sólo
los incapacitados para trabajar eran considerados
pobres y menesterosos; esta definición se amplía
a partir de la industrialización y creciente
urbanización, incluyendo en ella a todos los que
vivían en condiciones miserables,
independientemente de su capacidad para
trabajar. La característica común a los diversos
períodos históricos es el intento de clasificar al
pobre, categorizarlo de acuerdo a determinadas
características, etiquetarlo. Así la pobreza surge
en sí misma como estigma, como desviación: ser
pobre implica ser diferente en un sentido
negativo o peyorativo. Incluso en las ciencias
sociales raramente se los presenta como
ciudadanos plenos, miembros de la comunidad
al igual que el resto: aparecen como una
categoría inferior.
La aproximación habitual al complejo y
heterogéneo mundo de los pobres se hace o bien
en términos de carencia, de ausencia, de vacío -
ser pobre es un no-ser-, o según un criterio de
desigualdad en el cual la dispersión respecto a la
media estadística -el hombre medio- representa
el indicador objetivo de la pobreza.
Generalmente al hablar de los pobres se lo hace
en término de "ellos": aparecen siempre como
extraños. Llegan a "nosotros" a través de
estadísticas -" aumentó el número de personas
que viven por debajo de la línea de pobreza"- o
como historias individuales sin puntos de
contacto con las nuestras.
Un denominador común en el tratamiento de la
pobreza es la construcción de estereotipos: se
extrapolan verdades sobre algunos individuos a
grandes mentiras que se aplican a todo un grupo.
Uno de ellos es considerar a los pobres como
"carentes de dignidad" ; éste tal vez es el rótulo
con el cual se identifica en Argentina a los
pobres que viven en las "villas": los "villeros".
Las conductas que se le atribuyen se relacionan
con el mundo de la delincuencia, la vagancia, la
mendicidad, la no-dignidad, o sea un conjunto
de connotaciones morales. De esta manera, la
pobreza es presentada como consecuencia de
una causa moral o cultural, negando lo
estructural y social que hay en el fenómeno.
En el lenguaje cotidiano se encuentran
arraigadas formas de clasificar a las personas,
como por ejemplo "pobre", "villero", asumiendo
que esas distinciones verbales representan
cualidades naturales inherentes a esos
individuos. En Argentina el pobre es aquel que
merece ser asistido por sus valores morales y
que habita en determinados barrios de la ciudad,
mientras que el "villero" es un pobre "mal
reputado", desacreditado, que vive en un lugar
marginado, en terrenos ajenos y de mala calidad,
sin planeamiento urbano, donde abundan los
"pasillos" y "corredores" y predominan las
construcciones precarias.
El término "villero" es muy flexible: se adecua a
distintas situaciones e individuos; por ejemplo
funciona como código racial (son los "negros",
los "bolitas", los "paragua"), moral ("madre
soltera", "prostituta", "borracho"), legal
("chorros", "faloperos"); siempre son "los
vagos" que viven de la asistencia pública. El
resto de la población cree que efectivamente
4.5.
Las 'villas de emergencia' como espacios urbanos Mabel Nélida Giménez y Maria Elena Ginóbili
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Historia Actual On Line
existe un grupo de personas homogéneo con las
características que se atribuyen simbólicamente
al "villero". Esta excesiva simplificación surge
tal vez de la necesidad de organizar una
cotidianeidad que se nos presenta confusa. Las
identidades sociales son el resultado de
complejos y conflictivos procesos de auto y alter
atribución que se dirimen sobre todo en la arena
simbólica; el material fundamental a partir del
cual se construyen son los significados
detallar la identidad en el caso de los "villeros"
es en cierta manera brindar una versión de los
hechos que encuentran en el escenario urbano su
sitio paradigmático.
Los "villeros", a pesar de pertenecer al conjunto
de la población urbana, son los marginales, los
antisociales confinados por su ubicación
territorial; la identidad del grupo es portadora de
los mismos estigmas de la "villa", la que
funciona como barrera a la movilidad
económica y social. En efecto, la identidad
deteriorada del "villero" lo inhabilita para la
plena aceptación social, hecho que se manifiesta
en múltiples dimensiones:
6. Por eso,
"villa", tienen problemas para conseguir
trabajo;
discriminación laboral: si son de la
generalizado de que pertenecer a la
"villa" es sinónimo de bajas capacidades
intelectuales;
educativa: existe el prejuicio
los niños de la escuela- rechazan
establecer vínculos con los habitantes de
la "villa", y
social: el resto de la sociedad -incluso
inseguridad jurídica, y en muchos casos
la negación de todo derecho
Ser "villero" implica no sólo tener que soportar
una carencia de bienes económicos,
incomodidades y peligros, sino también ser
objeto de sospecha, discriminado y segregado.
Inferiorizado socialmente, lucha por
diferenciarse de sus vecinos pero al mismo
tiempo encuentra en la "villa" los medios de
supervivencia: gratuidad de los terrenos, no
pago de impuestos ni de servicios, beneficios
asistenciales y una tupida red de relaciones
sociales informales.
En el marco de un proyecto de investigación
iniciado en 1997 con el objeto de analizar la
problemática de la pobreza en Bahía Blanca y su
zona de influencia, se abordó el tema de los
"asentamientos precarios".
Presentaremos brevemente la interpretación de
algunos resultados parciales del trabajo de
campo desarrollado. La gran complejidad de
este fenómeno social nos obliga a una continua
discusión teórica y conceptual todavía
inconclusa.
Bahía Blanca es una ciudad argentina de tamaño
intermedio, ubicada al sudoeste de la provincia
de Buenos Aires. Dentro de su trama urbana - al
igual que en la de la mayoría de las ciudades del
país- se encuentran espacios diferenciados en
cuanto a infraestructura, equipamiento y calidad
residencial. Las "villas de emergencia", ubicadas
en su mayoría en áreas de bajo valor
inmobiliario, aparecen como consecuencia de la
imposibilidad de los grupos más carenciados de
acceder al mercado de tierras y de viviendas
debido a su mínimo -a veces nulo- e inestable
ingreso; la usurpación de tierras públicas o
privadas constituye casi la única forma de
solucionar su problema habitacional.
La población de estos "asentamientos" ha
aumentado por el aporte inmigratorio de otras
zonas del país y de países limítrofes
especialmente Chile y Bolivia, lo que profundiza
la problemática del "villero", ya que la
migración supone siempre un desarraigo, un
cambio en la identidad, una profunda herida en
los lazos culturales y afectivos. Toda migración
tiene un costo derivado de la necesidad de
inserción en una nueva cultura, donde los
signos, las costumbres, los valores se
decodifican e interpretan de manera diferente.
Entre los pobladores de las "villas" prevalece la
economía informal, con la consecuente
inestabilidad laboral y ausencia de cobertura
social. En el caso de los hombres sobresalen el
"cuentapropismo" y las "changas", mientras que
en las mujeres, el servicio doméstico. A la
precariedad laboral hay que agregar la baja
capacitación y adaptación a los cambios de la
demanda de mano de obra, lo que incide en las
posibilidades de acceder al mercado formal de
trabajo.
En general, los habitantes de estos
"asentamientos" padecen el rechazo por parte
del resto de la población debido a su mala fama
e imagen negativa lo que contribuye a afirmar la
condición de marginalidad en la que viven. Esta
situación tiende a reforzar en muchos casos
ciudadana en general, incluyendo7.
Mabel Nélida Giménez y Maria Elena Ginóbili Las 'villas de emergencia' como espacios urbanos
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conductas de violencia y agresividad hacia otros,
tanto dentro como fuera de la "villa"; a esto hay
que agregar la condición de ilegalidad en que
viven muchos de los residentes
(indocumentación, causas pendientes con la
justicia, desempeño de actividades ilegales, etc).
La "villa" y el "villero" comparten el mismo
estigma en la trama cultural de la ciudad: el
aumento en el porcentaje de delincuencia y por
lo tanto de inseguridad en Bahía Blanca durante
los últimos años se asocia al incremento en la
cantidad de asentamientos ilegales y de la
población que los habita. Durante las
observaciones y entrevistas etnográficas se
evidenció que muchos de los habitantes de las
"villas" tienen la necesidad de diferenciarse de
sus vecinos, quienes sí responderían al
estereotipo del "villero". Esta construcción de su
autoimagen a partir de la diferenciación, les
ayuda a creer que su situación actual es
transitoria y que en el futuro podrán abandonar
la "villa". Al respecto merece destacarse una
experiencia reciente:
A fines de 1997, un grupo de casi 400 familias,
invadieron tierras de propiedad del Estado
Nacional . El Gobierno Municipal -
anticipándose a los acontecimientos- las
convocó, logrando consensuar un proyecto de
urbanización para el área. A tal efecto, los
vecinos formaron un grupo de trabajo y luego
organizaron una Comisión Vecinal.
A partir del 1 de julio de 1999, dos técnicos
municipales - un arquitecto y un agrimensor -
trabajaron a fin de lograr una adecuada inserción
del área en la trama urbana. Se avanzó en las
tareas de mensura y subdivisión para ajustar y
acondicionar el parcelamiento llevado a cabo
por los ocupantes, de acuerdo a la normativa
vigente y en los aspectos dominiales.
Paralelamente, el Municipio nombró a dos
trabajadores sociales a los efectos de brindar una
adecuada contención social a los pobladores del
lugar.
Algunos meses más tarde la comuna entregó los
terrenos en condiciones de pago y precios
accesibles a los residentes del asentamiento. Los
mismos vecinos se encargaron de gestionar
obras de iluminación; oportunamente el
Municipio afrontó el pago que demandó la
extensión de la red de energía eléctrica, costo
que será incorporado al valor de la tierra, el que
será abonado por los beneficiarios en cuotas
mensuales.
Sin embargo, este paso hacia la "legalidad" ha
implicado para muchos un desafío imposible de
superar, por lo que se observa una gran
movilidad dentro del asentamiento. Según
informantes calificados, de los habitantes
originales quedan en la actualidad menos del
50%.
Una visión simplista nos llevaría a afirmar que
la causa de este hecho es económica, derivada
de la imposibilidad de afrontar los gastos que
implica vivir en la legalidad (pago de luz, agua,
impuestos, etc.) dado los altos índices de
desocupación que exhibe Bahía Blanca.
Sin embargo, hay otras teorías que se
fundamentan en la no adaptación a las nuevas
condiciones de vida. Por ejemplo, el sociólogo
Oscar Lewis considera que la pobreza es una
subcultura que se perpetúa
intergeneracionalmente. Incluso, señala que
cuando un niño llega a los seis o siete años, ya
ha sido irremisiblemente moldeado en la cultura
de la pobreza, siendo incapaz de aprovechar
circunstancias cambiantes.
Hacia fines de los cincuenta diversos
antropólogos y sociólogos comienzan a emplear
la teoría de las redes sociales. En estos últimos
años se continúa con el análisis de estas redes,
convertidas en el análogo urbano de las
estructuras sociales basadas en el parentesco.
Esta nueva técnica permite a los antropólogos
comprender los modos de funcionamiento de las
relaciones domésticas y de parentesco de los
grupos sociales más pobres de la ciudad. En este
marco se puede entender cómo afecta el proceso
de "relocalización" a las familias provenientes
de la "villa".
El "desvillarizarse" es desprenderse de la marca
asociada al espacio urbano vergonzante y al de
sus habitantes. El cambio de hábitat resulta
traumático para el "villero", no sólo porque se
siente obligado a construirse una nueva
identidad que tiene algo de ajeno, de prestado,
sino porque le implica asumir la pérdida de las
redes de solidaridad social de las que depende
para subsistir y también su exclusión de los
circuitos asistenciales. Por eso, regresar a la villa
es volver a los parámetros habituales, es su
manera de "estar siendo en el mundo"
Las urbes argentinas de principios del siglo XXI
se asemejan a ciudades yuxtapuestas que
funcionan como espacios totalmente
diferenciados. En ellas pueden reconocerse
8.
Las 'villas de emergencia' como espacios urbanos Mabel Nélida Giménez y Maria Elena Ginóbili
80 © 2003
Historia Actual On Line
procesos significativos en los que se ponen de
manifiesto la coexistencia de dos ciudades: la
"legal" y la "ilegal". La primera, de rápido
desarrollo, insertada positivamente en el modelo
de crecimiento vigente; la segunda, totalmente
excluida de los beneficios del progreso.
Esta realidad va construyendo no sólo un
espacio territorial totalmente fragmentado, sino
también símbolos diferentes que sobre él
elaboran sus moradores.
La "ilegalidad" en la usurpación del territorio
marca desde su origen a los "villeros", quedando
ellos y el espacio físico manchados por la misma
ignominia. Sus identidades están agujereadas
por fracturas de todo tipo (miedo, violencia,
vulnerabilidad, inferioridad, discriminación...).
El paso a la "legalidad" en otro territorio que no
le es propio y llegar a ser considerado
"ciudadano pleno" es un proceso muy complejo
que no todos están en condiciones de asumir. En
muchos casos, la necesidad de recuperar las
redes de parentesco y solidaridad como así
también la ayuda asistencial provoca el regreso a
la "villa", resignándose a continuar con el
estigma del pobre mal reputado, "no digno" y a
ser segregado socialmente.
La exclusión de sectores significativos de la
población argentina de la posibilidad de acceder
a mayores niveles de bienestar es la
manifestación más aguda de la ausencia de un
mínimo de equidad.
"La pobreza es la peor forma de violencia,
porque hace patente la injusticia" (Mahatma
Gandhi)
Nota
En el año 1981, según datos del Censo Nacional
de Población y Vivienda, se registraban en la
ciudad de Bahía Blanca 12 "asentamientos
precarios", ubicados de manera envolvente en
relación al casco urbano, ocupando
generalmente tierras de propiedad del Estado
Nacional. La población residente alcanzaba los
6.275 habitantes, o sea, el 2.7% del total del
partido. En 1996, según un relevamiento del
Departamento Municipal de Catastro, los
"asentamientos" ascendían a 28 con una
población estimada de 14.000 personas, es decir
el 4.9% del total poblacional del aglomerado.
Algo más de la mitad de los mismos se hallan
emplazados en terrenos privados; la mayoría
está en proceso de regularización, ya sea a través
de la radicación o de la erradicación. Esta
precariedad dominial explica -en parte- la
construcción deficitaria de las viviendas y la
falta de compromiso hacia el barrio en general.
La mayoría posee una infraestructura
insuficiente -desagües pluviales y cloacales
inexistentes, calles en mal estado, etc.- y
recurrentes instalaciones clandestinas para la
provisión de servicios. Con respecto a las
condiciones ambientales, varios se encuentran
localizados sobre terrenos inundables, donde las
condiciones naturales no son adecuadas para el
uso residencial.
BIBLIOGRAFÍA
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.Desde abajo. La transformación. Buenos Aires,La cultura en la Argentina de fin de. Buenos Aires, UBA, 1997.
Mabel Nélida Giménez y Maria Elena Ginóbili Las 'villas de emergencia' como espacios urbanos
81
NOTAS
1
derecho al espacio urbano
Humanitas, 1991, 147.
Oszlak, O., Merecer la ciudad. Los pobres y el. Buenos Aires,
2
Ibid., 148.
3
relocalización y crisis de identidad en sectores
sociales marginalizados".
Psicológica
Herran, C.; Medrano, S., "Desvillarizarse:Revista Actualidad, julio 1996, 11.
4
Argentina
Minujin, A.; Kessler, G., La nueva pobreza en la. Buenos Aires, Editorial Planeta, 1995, 46.
5
cit., 10.
Herran, C.; Medrano, S., "Desvillarizarse: ...", op.
6
Margulis, M. y Urresti, M. (ed.),
Argentina de fin de siglo
81.
Passeca, M., "Identidades y abordajes teóricos" enLa cultura en la. Buenos Aires, UBA, 1997,
7
cit., 10.
Herran, C.; Medrano, S., "Desvillarizarse: ...", op.
8
Buenos Aires, Ediciones Rodríguez Cambeiro, 1976.
Kusch, R., Geocultura del hombre americano.

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